Volvemos a publicar esta entrada que nuestra querida compañera Sandra nos dejó hace ya unos años. Creemos que de veras puede ayudar a muchas familias, esperamos que os parezca interesante.
Una de las cosas que más preocupa a los padres en edades tempranas es que su hijo/a pronuncie bien. En ese proceso intervienen aspectos del entorno (buenos modelos lingüísticos, estimulación) y personales del niño.
En cuanto a los personales, es preciso que el niño tenga cierta maduración en los órganos buco-articulatorios (lengua, labios, paladar), esto es un proceso evolutivo, pero debemos evitar:
- Usar chupete durante mucho tiempo
- Chuparse el dedo
- Tomar biberón y papillas cuando ya deberían tomar comida sólida
Respecto a la influencia del entorno, debemos:
- Hablarle claramente, despacio y articulando, intentando ponernos a su altura para que nos mire directamente a la cara (para favorecer que se fije en cómo movemos los órganos fono-articulatorios).
- Hablarle con una entonación correcta, con un tono de voz agradable y la intensidad adecuada (ni alto ni bajo, sin gritos).
- Emplear un lenguaje sencillo, con frases no demasiado largas, pero no infantilizado (evitar los diminutivos).
- Llamar a cada cosa por su nombre para ampliar el vocabulario, evitando las palabras-muletillas como “cosa”, “chisme”, “esto”.
- Dedicar todos los días a hablar un rato.
- Asegurarnos de que ha comprendido lo que le hemos dicho.
- Abarcar el entorno cotidiano del niño. Hablarle de cosas que sean de su interés, por lo que hay que conocer los programas y películas infantiles de moda, contarles cuentos, enseñarles canciones…
- No centrarnos en la continua corrección formal (la articulación) de las expresiones.
- Reforzar y aprovechar sus emisiones e iniciativas comunicativas.
- Darle tiempo para expresarse.
- No terminar las frases por él.
- No atosigarle cuando tarde en darnos una respuesta para que no se ponga nervioso.
- Hacer preguntas abiertas que posibiliten respuestas diversas y se exprese ampliamente, evitando que respondan con un simple “sí” o “no”.
- Acompañar nuestras expresiones con estímulos visuales y gestos que sirvan de apoyo al lenguaje.
- No usar con él un lenguaje exclusivamente imperativo o directivo.
- No ridiculizarle cuando se equivoque (y menos delante de los compañeros), para evitar temores a expresarse en público.
- Corregirle en positivo cuando cometa errores. Un ejemplo: si dice “pedro” en lugar de “perro”, contestarle con una frase en la que incluyamos la palabra articulándola correctamente para que le sirva de modelo (por ejemplo: “sí, ahí está el perro”); nunca decirle “lo has dicho mal, te has equivocado, se dice perro”.
- Si tartamudea no prestar mucha atención a ese aspecto, ya que es natural cuando son pequeños y si se hace hincapié sobre ello puede provocar que se asiente como un trastorno.